La Sobrenaturalidad de Dios | Mensaje de la Profeta Montserrat Bogaert

Tenemos que estar convencidos de quién es nuestro Dios. Dice la Palabra en Hebreos 10:23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”.

 

Hay otra versión que dice: “Mantengámonos fieles a la profesión, sin vacilar, porque fiel es el que prometió”. Nos está diciendo que no dudemos. El que vacila, es el que tiene pensamientos contrarios, es el que un día piensa algo, al otro día las circunstancias lo hacen mover. Pero, esta Palabra nos está diciendo: No vacilemos, no dudemos y mantengámonos firmes, porque fiel es el que prometió, ¿quién es el que prometió a nuestra vida?. ¿Quién es el que prometió a tu vida?. Jesucristo de Nazareth. Y dice, que Él es fiel, fiel el que prometió. ¿Qué nos prometió a nosotros?. Vida eterna. ¿Qué nos prometió?. La salvación. ¿Qué nos prometió?. La salud. ¿Qué nos prometió?. Todas las riquezas de Su gloria, Él nos las prometió.

 

Y, ¿qué son las promesas? porque dice que Él es fiel a lo que prometió. Y Él siempre tiene y tendrá promesas para nuestras vidas. Lo podemos ver desde Génesis hasta Apocalipsis. La Palabra está llena de promesas, y la palabra -promesa- es la palabra en griego que significa “epangelia”, que significa: La seguridad divina de algo bueno. Es decir, que una promesa es que tú estás segura de que algo bueno del Cielo está declarado sobre tu vida. Es afirmar algo por uno mismo. Dios, cuando da una promesa, Él lo está afirmando por Él mismo. Y no solamente eso, te está diciendo: Ten la seguridad que yo lo voy a cumplir y va a ser algo bueno. Las promesas son algo de bien para nuestras vidas. No podemos ver tantas cosas negativas, porque el Cielo completo está lleno de promesas. Tu vida está llena de promesas. Tu casa está llena de promesas. Todo está lleno de promesas. Porque Él es Fiel y Él lo prometió. Cualquier circunstancia que te quiera desviar de la promesa de Dios no puede prosperar en tu vida.

 

En este momento te tienes que parar firme y decir: Yo creo. Yo creo y me mantengo. Sin cambio ni sombra, como es Él, porque Él es fiel. Y dice la Palabra que Él no es hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse. Entonces, si aquí lo vemos en Hebreos 10:23, esa palabra hazla tuya, para que nada te haga fluctuar. Para que sea esa roca que se mantenga dando testimonio y cuando las personas vean que el Dios al que tú le sirves, al Dios al que tú le has entregado tu vida, te supla y te conceda cada una de esas promesas, ellos mismos verán y creerán al Dios al que tú le sirves hoy y le servirás siempre.

 

Dios quiere que nosotros vivamos en Sus promesas. Dios quiere que nosotros disfrutemos de Sus promesas. Y, Dios quiere que tú participes de sus promesas. Porque las promesas no son para el Cielo. Las promesas son para la Tierra.  Las promesas son para nosotros Sus hijos.

 

Pero, lo primero de lo que tú tienes que estar convencido es que Dios es Todopoderoso. Porque, si no estamos convencidos que Dios es Todopoderoso, entonces, las circunstancias van a ser más fuertes que las promesas. ¡Ay, que Dios es Todopoderoso! Si. No es palabras, es hecho, es convicción, no es emoción. ¿Cuántas cosas ha hecho Dios para mostrarse en tu vida y hacerse el Todopoderoso?. ¿Cuántas veces Dios te ha librado de la muerte? ¿Cuántas veces Dios ha impedido que las manos del enemigo vengan sobre tu vida? Tal vez, ni te has dado cuenta, pero, es el Dios Todopoderoso que ha hecho que nada pueda llegar a tu vida. Y si ha llegado, te ha librado. Te ha protegido y te ha sacado con bien.

 

¿Cuántas veces nosotros vemos testimonios de personas que han recibido milagros, maravillas, prodigios? Han recibido del poder de Dios. Y todavía a nosotros nos cuesta convencernos de Su poder. Cuando tú estás convencido del poder de Dios, ninguna circunstancia te hace variar. Tú crees por encima de todas las cosas que Dios es Dios. Él es y Él será por los siglos de los siglos, amén.

 

Dios se le mostró al pueblo de Israel en medio de una persecución poderosa de Faraón, con todos sus caballos, con todo su ejército, para destruir al pueblo de Dios. Pero, en medio del Mar, ahí estaba el poder de Dios para abrir las aguas del Mar Rojo. ¿Cuántas veces Dios ha abierto caminos donde no lo hay? No, no creas que solamente para Moisés se abrió el Mar Rojo. El Mar Rojo se está abriendo ahora, en este momento, para tu vida. Se abrió en un pasado, se abrirá ahora en el presente y en el futuro también. Porque tú verás cosas que estaban imposibles, que tú verás cómo se hacen posible. Donde no hay un puente, Dios abrirá un puente. Y tú verás como los que te persiguen, cómo aquellos que te quieran detener, quedarán sepultados bajo las aguas.

 

Moisés, cuando salió de esa persecución y cruzó del otro lado, ¿qué hizo Moisés? Le dio un cántico al Dios Todopoderoso. Un cántico que salió del corazón de él. Un cántico de ver, de que era algo tan imposible. En otras palabras, era algo que ni siquiera ellos podían si quiera imaginar. Como tal vez, tú estás en tu hogar ahora, que no te lo puedes imaginar: ¿Cómo vas a salir?, ¿cómo va a terminar esto?, ¿cómo va todo? Pero, yo te digo que el Dios de Moisés es el mismo Dios que está contigo. El mismo Dios que hizo cortina de las aguas, es el mismo Dios que hace cortina en el lugar donde tú estás, para que tú pases y nada te pueda dañar.

 

En lugar de quejarte, en lugar de lamentarte, en lugar de decir tantas cosas negativas por tu boca, empieza a declarar un cántico, al igual que lo hizo Moisés. Y podemos ver en Éxodo 15:11, esa Palabra poderosísima del cántico, que dice:

 

“¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? 

¿Quién como tú, magnífico en santidad, 

¿Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?” 

 

Mira cómo Moisés reconoció quién era Dios. Así es que Dios quiere que tú reconozcas quién es Él. Es un Dios terrible en maravillas, en milagros.

 

“Extendiste tu diestra; La tierra los tragó. Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu santa morada. Lo oirán los pueblos, y temblarán; Se apoderará dolor de la tierra de los filisteos. Entonces los caudillos de Edom se turbarán; A los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; Se acobardarán todos los moradores de Canaán. Caiga sobre ellos temblor y espanto; A la grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra; Hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová, Hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste. Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad. En el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová. En el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado. Jehová reinará eternamente y para siempre.” Éxodo 15:12-18 

 

Él reinará eternamente y para siempre. Lo que estás viviendo hoy, no es para siempre. Lo que estás pasando hoy, no es eterno. Pero, Él es Dios eterno que reinará para siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Entonces, convéncete. El que se convence no tiene un día gris ni un día negro ni un día blanco. Es el mismo. El que tiene conocimiento de quién es Dios no vacila, no duda y no tiene temor al futuro. Si tienes temor en este momento, si hay pensamientos contrarios en tu vida, si en las noches te despiertas con insomnio diciendo: ¿Qué pasará mañana? Tú confianza no está en Dios, tu confianza se ha puesto en las circunstancias. Y las circunstancias siempre te harán perecer, pero, cuando ponemos nuestra confianza en el Dios Todopoderoso, jamás pereceremos. Esas experiencias las tenemos que vivir, y por eso, tú las tienes que anhelar. Por eso, tú tienes que leer la Palabra, adueñarte de la Palabra, declarar la Palabra de día y de noche por encima de todo, por encima de lo que veas, por encima de lo que sientes, por encima de todo hay uno que es más Alto, que es Él.

 

Entonces, ¿qué vamos a hacer?. ¿Vamos a seguir en la misma situación cuando hay un Dios Todopoderoso?. Dice la Palabra que los demonios lo reconocen y tiemblan. Hasta los demonios reconocen Su Poder. Y nosotros que somos Sus hijos, sí, tú que eres hijo o hija de Él no reconoces Su Poder. Y, es tiempo de romper con esto.

 

Por eso, tú no te puedes mover en las cosas que ves. Tú te tienes que mover en las cosas que no se ven, porque esto es la fe. Te tienes que mover en fe, no te puedes mover por vista, sino por fe. Y hay 3 clases de hombres: El hombre natural, el hombre carnal y el hombre espiritual.

 

El hombre natural, es aquel que se apoya en su intelecto y emociones. Por eso, dice la Palabra en 1 Corintios 2:14 “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Ese es el hombre natural, está apoyado en su conocimiento y todo lo que es del Espíritu lo rechaza.

 

El hombre carnal. Hay, no digas: ¡Ay!, ¿yo carnal?. El hombre carnal, es aquel que conoce de Dios, ha visto los milagros de Dios, pero se resiste a creer, se resiste a crecer espiritualmente y vive dudando.

 

¿Cuál es la diferencia entre el hombre natural y el hombre carnal?. La diferencia es que el hombre natural confía en sí mismo y que va a tener respuesta en su conocimiento y en lo que él sabe, pero el hombre carnal, no confía en nada, ni siquiera en Dios, aunque han visto los milagros, aunque leen la Palabra, aunque ora, vive lleno de duda y de incertidumbre. Pero, hay un hombre espiritual.

 

El hombre espiritual, es aquel que cree y seguirá creyendo. Es aquel que dice como el apóstol Pablo: “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 8:39.

 

Entonces, cuando tú conoces el poder de Dios, ya tú no vas a ser un hombre carnal, ¡imposible!. Hoy tú te puedes levantar muy optimista, si creo, puedes poner una alabanza en tu casa, puedes poner todas las cosas, pero, lees una noticia a media mañana, y ya en la tarde vuelves otra vez a desinflarte, a dudar y a volver a lo mismo. Pero, el hombre espiritual, no importa las circunstancias, no importa lo que escuche, no importa lo que lea, él cree fielmente en Dios. Y esto es lo que nosotros tenemos que conocer, porque si le damos más peso a las cosas naturales, que a las del Espíritu, estamos fracasados. Tú no puedes estar poniendo tus ojos en esperanza de hombre. No podemos poner esperanza en las cosas materiales. Nuestra esperanza está en Él.

 

El hombre espiritual es uno que ha alcanzado ya su estatura, su nivel espiritual. Yo te quiero preguntar: ¿De las 3 clases de hombre; El hombre natural, carnal y espiritual, ¿en qué te catalogas tú, en qué rango estás? Ah no, yo soy del hombre espiritual. No, no eres espiritual, porque fíjate cómo estás.

 

Dios quiere que lo conozcamos; Que Su iglesia Lo conozca; Que Su iglesia camine con pasos firmes; Que Su iglesia sea la voz profética en este tiempo; Que Su iglesia sea la que marque el antes y después; Que Su iglesia sea la que profetice a favor en este tiempo. No seas eco de los ignorantes, no seas eco de aquellos que estén hablando cosas negativas, no seas eco de todas esas cosas que están infundiendo un pánico dentro de tu vida, dentro de naciones y de una sociedad.

 

Dios quiere presentarse como se presentó a esos patriarcas, como se le presentó a David, como se le presentó a Daniel, como se le presentó a Nehemías. Pero, fueron hombres que estaban convencidos de Su poder. No tardes en convencerte. ¿Qué más quieres?, ¿qué más pruebas quieres? No seas como Tomás, con el espíritu de incredulidad, que tiene que ver para creer.

 

Muchas veces hablamos tantas cosas, pero al final, no son nada porque no estamos convencidos ni nosotros mismos de lo que es. Por eso, Dios nos manda a que cada día nosotros tengamos una relación más con Él. Porque cuando tú tienes una relación más con Él es cuando tú lo conoces a Él. Y esa relación, tú tienes que dejar que sea el mismo Espíritu Santo que te lleve a esa dimensión de conocer a Dios.

 

Los apóstoles estaban, los doce, los ciento veinte, reunidos en el aposento alto. Estaban ahí esperando. Y ellos no tenían impaciencia por lo que iban a comer. Jesús les dijo: Esperen ahí la promesa. Porque Jesús les prometió que vendría sobre ellos el Espíritu Santo, en cual no estarían jamás solos, y les dice: Vayan y esperen la promesa. Como te dije al principio: Promesa, es la seguridad divina de algo bueno. Es afirmar por uno mismo. Ellos se fueron a ese lugar a esperar la promesa. Algo bueno. Hazte de cuenta que tú estás ahora mismo esperando una promesa del Señor y no es que te imagines, es que es verdad. Pero, si ellos estaban ahí, esos ciento veinte, sin ver si era de día, si era de noche, si iba a llover, si no iba a llover, que cuando iban a salir, ellos estaban más pendiente de la promesa que sobre todas las cosas. ¿Dónde están tus ojos?, ¿dónde están tus oídos?, ¿dónde está tu boca?, y yo te voy a decir dónde está tu corazón. Porque si tú estás más pendiente de que esto pase, de lo que Dios puede hacer ahora, entonces, tú no eres como de ese grupo de los ciento veinte. Que no importó cuánto tiempo estaban ahí, ellos solamente tenían una visión: Recibir la promesa. Y nosotros tenemos que tener esa expectativa de recibir esa promesa.

 

Esa gran promesa que está desde antes de la formación del mundo para nuestra vida. Porque Él nos conoció desde que estábamos en el vientre de nuestra madre. Él nos engendró, Él nos dio Su Espíritu. Y Él escucha nuestro corazón. Él escucha los latidos de nuestro corazón. Entonces, ¡pueblo de Dios levántate!, ¡levántate y toma ánimo!

 

Dios está diciendo: Lo sobrenatural Mío, lo que Soy se mostrará en tu vida porque tú no estás buscando lo del hombre, tú estás buscando lo Mío, ese poder Sobrenatural.

 

Hoy, vemos muchas personas que abortan el propósito de Dios, abortan las promesas de Dios. Se desaniman. ¿Por qué? Porque no son obstinados. Te tienes que convertir en esa persona que prefiere morir antes que dudar de que Dios no es real. Y hay muchas personas que vienen en contra de tu visión, en contra de las promesas de Dios. En contra de las creencias. Pero, cuando tú tienes esa fe, y esa convicción, tú eres como un Eliseo, que nada te mueve. Hoy tenemos que levantarnos como Eliseo en las iglesias. Eliseo sí, el discípulo del profeta Elías. Eliseo, un hombre al que las personas le decían que abortara el plan.

 

Fíjese que cuando dice la Palabra, podemos verlo en 2 de Reyes 2:1 “Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal”. Es decir, ya Dios tenía preparado que se iba a llevar a Elías, pero viene con Eliseo. “Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el” 2 de Reyes 2:2.

 

Fíjese, el mismo Elías le dice: Quédate aquí, porque el Señor me ha mandado a Bet-el. Si hubiera sido tú dices: Ok, me quedo si ya me lo está diciendo. Pero, él estaba tan convencido Eliseo de lo que él quería que nada lo hiciera mover, y no solamente eso, la compañía de profetas vino donde Eliseo y le dice: Tú sabes que a tu Señor te lo quitarán hoy, y él dijo: Callad.

 

Es decir, no me importa. Y lo podemos ver: “Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad.” 2 de Reyes 2:3.

 

Así tú tienes que silenciar las voces y decirles: Cállate, no me digas lo que tengo que hacer porque ya el Espíritu Santo ha puesto un sentir en mi vida de lo que yo tengo que hacer en este tiempo, tengo que creer, tengo que caminar con fe, tengo que traspasar fronteras, tengo que romper límites, porque mi fe va hacia otro nivel.

 

Hay personas que en los segundos intentos ya abortan todo. Ya en los segundos intentos dejan de luchar, dejan de perseguir, dejan de buscar y dejan de creer.

 

Eliseo se mantuvo ahí, aun cuando su líder, aun cuando su jefe, aun cuando su mentor, aun cuando todo, le dijo: Vete. Porque cuando tú sabes quién es el que te habla, nadie te puede mover. Y cuando van al Jordán, otra vez le dice Elías: No vayas, quédate. Pero, no se lo dijo: Por favor, Eliseo, quédate. Le rogó en las tres, en Bet-el, en Jericó y en Jordán, le rogó, rogar es implorarle, le está diciendo: Eliseo, quédate aquí Eliseo, te lo suplico mira, este es el momento de separarnos, este es el momento de que tú te quedes, yo tengo otro camino.

 

A ti ni hay que rogarte para tu cambiar de ideas, ¿cuántos pensamientos encontrados tú tienes? Por eso, no te mantienes firme. Pero, Eliseo se mantuvo sin cambios ni variación y lo más hermoso es que cuando van, viene el carro de fuego y se lleva a Elías. Eliseo por ser obstinado, por tener esa fe, por creer no solamente tomó el manto; Vio las cosas que hombres no han visto; Vio lo sobrenatural. ¿Has visto tú el carro de fuego?, ¿has visto tú los caballos del Cielo? Pero, esa obstinación de perseguir lo santo, de lo seguro, de perseverar en la Palabra lo llevó a ver lo sobrenatural.

 

Cuando tú persigues algo, tú vas a ver lo sobrenatural. Cuando el médico te dice: Tú no puedes salir embarazada, tú vas a ver lo sobrenatural de Dios. Cuando a ti te dicen: Tú no tienes tiempo ya de vida, tú vas a ver morir, ahí tú vas a ver la sobrenaturalidad de Dios. Cuando tú escuchas que ya no tienes más dinero en el banco, ahí es donde tú vas a ver la sobrenaturalidad de Dios cuando te mantengas ahí, firme. Ahí vendrá el Cielo, se hará visible.

 

¿Quién no quiere ser ese Eliseo en este tiempo? No cruces la línea más corta, no te vayas por el camino que tú sientes que es más fácil. Todas las cosas de Dios siempre nos llevan por los caminos difíciles para probar nuestro corazón. Y eso es lo que Dios quiere probarnos en este tiempo.

 

Dios nos está probando y a cada momento una noticia, a cada momento un boletín, a cada momento, pero a cada momento hay un hombre y una mujer que dice: No me quito de aquí, del lugar secreto, yo soy lámpara, yo soy sal, yo soy luz, y yo creo en Sus promesas, y estoy seguro de que la recibiré.

 

Hoy Dios te quiere llevar a ese nivel. Hoy Dios te quiere sacar de tu condición. Hoy Dios quiere remover pensamientos bien incrustados en ti. Pensamientos bien profundos que vienen a atacarte en ciertos momentos. Vienen a ponerte en duda a ti.

 

Tres veces, Eliseo fue confrontado. Pero, las tres veces no pudo hacer nada, porque él estaba convencido de quién era Dios. Tres veces vino Satanás contra Jesús para que abortara, pero jamás encontró también oídos para escucharlo. Así debe ser con nosotros. No tenemos que tener oídos para escuchar las voces negativas. Tenemos que tener un espíritu enseñable, un espíritu fuerte. Un espíritu que ha pasado pruebas y está convencido de quién es Dios.

 

Hay personas que quieren que tú abortes, y vienen a llamarte a tu casa, vienen con situaciones para que tú empieces: No, no. Diles: Callad, callad, callad. Y si, los buenos modales no los pueden callar, respóndeles con bravura: ¡Cállate!, ¡cállate!, porque este es el tiempo de yo escuchar la voz y de obedecer a Dios.

 

Esa sobrenaturalidad de Dios tú la tienes que perseguir a como dé lugar. Esa sobrenaturalidad de Dios tú la tienes que recibir, tú tienes que ser testigo de esa sobrenaturalidad de Dios. No es lo mismo tú escuchar un mensaje, que tú ser parte de un testimonio, de un milagro, que tú mismo ser parte de ese milagro. No es lo mismo.

 

Por eso, ya no podemos ser espectadores, tenemos que ser parte de los jugadores. Que están siempre en el terreno y recibiendo lo de Dios.

 

Bartimeo, era un hombre ciego, pero, lo más grande de Bartimeo es que también era obstinado. Bartimeo gritaba a gran voz, a Jesús: Hijo de David, que lo sanara. ¡Hijo de David!, ¡Señor!, ten misericordia de mí. Jesús escuchó esa voz, y lo mandó a llamar. Pero, lo que más impactó a Jesús, dice la Palabra en Marcos 10:51 “Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.”. Oiga, pero ese hombre no paró hasta que Jesús lo llamó, tú no puedes parar hasta que Jesús te llame a ti. ¿Cuántas voces quisieron silenciar a Bartimeo?. ¡Cállate que el Maestro está ocupado, baja la voz!. Pero, ¡no!, él quería escuchar y acercarse a Jesús. Hasta que tú no estés cara a cara con Él, no puedes parar.

 

Y dice el 52: “Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” Marcos 10:52. Oigan, tu fe te ha salvado y recobró la vista, ¿qué fue lo que hizo Bartimeo?. ¿Qué movió la sobrenaturalidad de Dios?. Hizo lo que tú no estás haciendo hoy en día, hizo lo que muchos no se atreven hoy en día. Botó la reputación. Bota la reputación. Hasta que Jesús no me llame yo no pararé mi boca. Hasta que Jesús no me llame, yo no enmudeceré. Hasta que Jesús no me llame, estaré gritando día y noche Su nombre. Y todos en sus casas me dicen: ¡Amén!.

 

Si te has debilitado en el lugar secreto. Has descuidado el altar. El fuego se está apagando, las cenizas te están arropando. Y este es el momento para tú llamar la atención del Maestro.

 

Bartimeo ni sabía por dónde iba, porque no podía ver. Pero, él sabía lo que él quería.  Y cuando Él te pregunte: ¿Qué quieres que haga?. Tú tienes que tener la respuesta correcta, como tenía Bartimeo. Quiero recobrar la vista. ¿Qué tú le vas a decir al Señor?. Señor, que todo pase. ¡No!. Señor, que todo sea diferente.

 

Trae un avivamiento a esta nación. Trae los corazones a tus pies, Señor. Quebranta el orgullo, quebrántalo.

 

Esos hombres nos enseñaron lo que es ser terco. Eliseo, Bartimeo, y la sirofenicia. Sí, tú estás cansado de escuchar la sirofenicia. Tú estás cansado de leer el pasaje, tú estás cansado de escucharla en las prédicas, pero no hay ningún momento donde haces lo que ella hizo.

 

Y dice en Marcos 7:24-25 “Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio”. Oiga, esta mujer no era parte de la heredad. No era parte, era sirofenicia. No recibía de la herencia. Pero, esta mujer empezó ahí, a pelear mano a mano en el Espíritu, a decirle que quería que sanara a su hija. Jesús le dijo: No está bien darle el pan de los hijos. No, no está bien. El pan de los hijos de Israel no está bien darselos. Y ella le dijo: Si, hasta los perrillos comen de las migajas. Ella fue ahí porque ella quería que Jesús la sanara, ella sabía el poder, y sabía que era el único que la podía sanar.

 

¿Y qué hizo esta mujer para mover lo sobrenatural?.

 

Marcos 7:29 “Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija”. Oiga, Jesús en ningún momento reprendió y dijo: ¡Fuera!. En el lugar donde esté tu hija, ahora mismo, envío la Palabra. Nada. Las palabras de ella fueron las que trajeron la sanidad de su hija. Tus palabras son las que van a desatar el rompimiento. Apréndete esto, lo que tú hables con el Señor, lo que tú le digas al Señor, es lo que va a traer el rompimiento. Tu palabra, tu palabra. Su Palabra en tu boca tiene poder.

 

El demonio ha salido de tu hija” Marcos 7:29

 

Jesús no duró una hora orando ni reprendiendo, no tuvo que enviar ningún espíritu. Y si te fijas, Bartimeo lo que hizo fue ser obstinado y por la fe fue sanado. Esta mujer, ¿qué fue lo que hizo?. Peleó la bendición, y por pelearla, dice: A causa de tus palabras. Dice otra versión: Por estas palabras que tú me has dicho, estás convencido. Dios quiere que tú te convenzas.

 

Dice la Palabra en Marcos 1:40 “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme”. Vemos una multitud que venía con Jesús, y esa multitud arropaba a Jesús. Pero, en medio de esa multitud había un leproso. Dice que el leproso rogándole, le rogaba, hincado en su rodilla, es decir, dobladas las rodillas del leproso. Mucha multitud, pero no había uno como el leproso en esa multitud. ¿Cuántos tenían necesidad igual que el leproso?. Tal vez todos. Tal vez el 90%. Tal vez el 95. O tal vez el 50. Pero, había mucho más con necesidad. Pero, nadie le rogó ni dobló sus rodillas delante de Él. Y le dijo: Si quieres. Si quieres. Puedes limpiarme. 

 

Él estaba seguro de que Él lo podía sanar. Estaba seguro. Por eso le dijo: Si quieres, yo sé que Tú puedes. Yo sé que tienes el poder. Yo lo sé. Pero, está en Ti, si Tú quieres. Hoy, hay una multitud. Ya acostumbrada a un sistema. Ya hay una multitud acostumbrada a una situación.

 

Hoy tú tienes que ser esa clase de persona, que no le importa cómo los demás piensen de ti. Tú solamente tienes un pensamiento, el de Él. Sólo el de Él. Sólo el de Él. Y se introdujo en la multitud, pero hizo lo contrario a la multitud. Hoy, yo te exhorto a que hagas lo contrario a la multitud. Hoy yo te exhorto a que salgas de ese lugar de pasividad. Yo te exhorto hoy a que salgas de ese lugar de cautividad. ¡Sal!. Enfréntate a la multitud. Enfréntate. Y persigue al que va a abrir los Cielos. Persigue al que quiere ver la manifestación tuya.

 

Jesús podía sanar a todos en un momento. Pero, sólo uno, sólo uno se movió diferente a la multitud. Muévete diferente a los demás. Piensa diferente a los demás. Haz todo diferente a los demás. Toma una actitud diferente a los demás. En lugar de leer tantas noticias. Lee la Palabra. Lee la Palabra ahora. Ahí está el secreto de nuestra vida. Ahí está el fin de todo. Tienes que hacerlo. ¡Es el tiempo!.

 

“Si quieres, puedes limpiarme” Marcos 1:40. 

 

“Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” Marcos 1:41.

 

¡Yo lo declaro! Que lo que tú le pidas, conforme a Su voluntad, en el conocimiento de quién es Él, Él dirá: Quiero. Quiero levantar una nación para Mí. Quiero levantar un pueblo para Mí. Quiero traer un avivamiento. Quiero redargüir los corazones. Quiero mostrarme como el Dios de Israel. Quiero mostrarme como el Dios de maravillas

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